Este 20 de julio, Colombia celebrará su independencia, pero no como lo ha venido haciendo todos los años, con desgastados desfiles militares y las caras largas de los estudiantes de bachillerato que arrastran los deseos de estar jugando en una consola de juegos en lugar de portar su uniforme en sus mejores galas.
Este 20 de julio, se espera que decenas de miles de colombianos marchen por las calles de todos o casi todos los municipios del país para expresar su deseo de que los secuestrados retornen a la libertad. Algunos llevan más de 10 años pudriéndose en la selva.
El país ha evolucionado mucho en los últimos meses al hacer consciente la enorme gravedad que implica que las Farc usen el secuestro como un instrumento de irresponsabilidad y cobardía máxima y no como un “arma de lucha revolucionaria” como lo enuncia hipócritamente. Sin embargo, los medios han hecho invisibles a otras víctimas: Actualmente, según la Fundación País Libre, las Farc tienen a 693 secuestrados; el Eln, 240; paramilitares, 242 y la delincuencia común, 252. La gran mayoría es privada de su libertad por fines extorsivos y según analistas que dijeron hace unos días en el programa Hora 20, de Caracol Radio, solo 20, aproximadamente, entrarían en la despreciable, inhumana y transaccional categoría de “canjeables”. Esa es la espiral en la que hemos entrado de cosificar la vida humana para hablar de “canjeables”, para referirnos a civiles, policías y a militares secuestrados por las Farc.
Ojalá este domingo, los medios, y los días anteriores, recuerden que las víctimas de los otros grupos son tan relevantes como las otras, que no hay debe haber secuestrados VIP por encima de otros y que deben tomarse en cuenta todas las visiones alrededor de la Marcha, estén a favor o en contra. No hay nada más peligroso que un ‘periodismo patriótico’ en el que por la idea de que se deben apoyar causas, se olvida la distancia que también hay que conservar para registrar los hechos con honestidad.
En lo personal, apoyo la Marcha con convicción porque considero que el país tiene que mostrar que la gran mayoría de los colombianos le da un No rotundo a las prácticas violentas como formas para legitimar una lucha social. Liberados y rescatados han coincidido en el tremendo impacto que tuvo en las filas de las Farc la marcha del 4 de febrero porque les demostró a muchos de los que están en la base de la pirámide operativa de esa guerrilla que el pueblo no los respalda como preconizaban sus instructores, evangelizadores del anacrónico marxismo-leninismo y mientras quienes encabezan el pináculo de su organización disfrutan de riquezas ilícitas, distribuidas inequitativamente entre los miembros del Secretariado.
Este tipo de movilizaciones masivas no consiguen por sí mismas que se libere a todos los secuestrados en el corto plazo, pero mina las frágiles bases de la credibilidad interna de los grupos de secuestradores y aumenta la presión internacional sobre estos. Por supuesto, involucra mucho más a las adormiladas masas que en la tranquilidad de sus burbujas provisionales se ha mantenido en el cómodo margen de la indiferencia y mete más el tema en la agenda urbana.
Ojalá se marche masivamente; es el reto ante una situación muy real y de la que no se habla por falsos pudores. Tanto la marcha del 4 de febrero, como la del 6 de marzo, se realizaron en días hábiles lo que implicó que millones de personas que asistieron, lo hicieran, entre otras motivaciones, por el escape de la rutina laboral o para evadir las clases en colegios y universidades.
Por eso, la marcha de este domingo tiene un reto mayor y será el de vencer ese prejuicio, desconectar a los ciudadanos del confort de sus planes de descanso para comprometerlos en una jornada que no es egoísta, sino que será para pedir por la libertad de quienes a esta hora marcan sus días y sus minutos con la tragedia de la incertidumbre.
Y un reto adicional: La marcha tiene el desafío de la convergencia de quienes están a favor y de quienes detestan al Gobierno de Uribe; muchos no marcharán porque dirán que es un pretexto reeleccionista de los seguidores del Presidente y hasta un ardid planeado desde la misma Casa de Nariño. El éxito tendrá mucho que ver con el desapasionamiento por esa tensión.
Prácticamente, todos los municipios colombianos, más de mil, celebrarán conciertos para cerrar las marchas. Desde Leticia en el sur hasta La Guajira y varias ciudades del mundo, colombianos de todas las procedencias se darán cita en todos estos puntos.
Mañana estaremos haciendo algunas fotos para el registro de esta jornada y estaremos recibiendo sus links a sus propios cubrimientos para ponerlos en este artículo y así hacer una red de miradas, de crónicas.